Continuando con la revisión del repertorio orquestal de Maurice Ravel por parte de la Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) –según la propuesta de su titular, Ludovic Morlot–, el concierto de clausura del curso ofrecía tres obras del músico francés arrancando con las breves ‘Sites auriculaires’ para dos pianos (1897) en un arreglo para orquesta de 2024 de Kenneth Hesketh, una instrumentación plagada de inventiva y de alto valor tímbrico. Un año antes de la obra anterior, Ernest Chausson estrenaba su ‘Poème para violín y orquesta, Op. 25’, una de las más conocidas de este músico romántico que se dejó embriagar por el wagnerianismo. Como solista se contó con el violinista sueco Daniel Lozakovich, un acreditado ‘millennial’ nacido en 2001 que mostró adecuado vuelo lírico en la obra de Chausson y mucho virtuosismo en esa intensa filigrana de Ravel que es ‘Tzigane’ (1924), una ametralladora de notas que en 10 minutos puede dejar agotado al intérprete. Lozakovich pudo con ella encantando al público, que le ovacionó y al que regaló una propina.

El reparto estuvo encabezado por la mezzosoprano Fleur Barron, una Concepción de armas tomar que supo mostrar la esencia de un personaje peculiarmente sexualizado con una voz ideal para el rol. El tenor Nicky Spence dibujó al cornudo relojero Torquemada con simpatía y medios, mientras que el poeta Gonzalve, uno de los amantes de Concepción, estuvo defendido por Valentin Thill, tenor que fue repetidamente fagocitado por una OBC de oleadas explosivas desmesuradas. El Ramiro de Alexandre Duhamel no convenció por su emisión fluctuante y sí lo hizo Patrick Bolleire como el otro amante, Don Íñigo, aunque de proyección mejorable.

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