La tensión en el mundo del arte se ha intensificado en los últimos días. Tras los recientes incidentes ocurridos en el Museo del Louvre, donde activistas medioambientales y grupos de protesta dañaron temporalmente una de las salas más emblemáticas del recinto, el Museo del Prado en Madrid y el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) en Barcelona han expresado su solidaridad con la institución parisina. En un comunicado conjunto, ambas entidades españolas denunciaron que “los museos están afrontando ataques sin precedentes” y pidieron una reflexión global sobre el papel que deben desempeñar las instituciones culturales en el contexto actual.
El Louvre, símbolo del patrimonio artístico mundial, fue escenario de una protesta que terminó con daños materiales menores pero con un impacto mediático enorme. Activistas arrojaron pintura biodegradable sobre las vitrinas de una de las galerías principales, exigiendo mayor acción climática por parte del gobierno francés. Aunque las obras no sufrieron daños irreversibles, el hecho reabrió el debate sobre los límites de la protesta en los espacios culturales.
Ante la ola de reacciones internacionales, El Prado y el MNAC decidieron manifestarse públicamente. “Nuestros museos no solo conservan arte; conservan memoria, conocimiento y diálogo entre generaciones. Cualquier agresión a estas instituciones, sea física o simbólica, es un ataque directo a la cultura y a la libertad”, señalaron en su declaración. El texto, publicado en las redes oficiales de ambos museos, se suma a los mensajes de apoyo que también han llegado desde el Museo Metropolitano de Nueva York, la Galería Nacional de Londres y los Uffizi de Florencia.
El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, lamentó que la creciente ola de acciones activistas esté “poniendo en riesgo obras irremplazables” y recordó que “los museos son espacios de educación y reflexión, no de confrontación física”. Por su parte, Pepe Serra, director del MNAC, subrayó que la frustración social “no puede canalizarse destruyendo el legado que pertenece a todos”. Ambos coincidieron en que el fenómeno no es aislado, sino parte de una tendencia preocupante en la que el arte se convierte en escenario de conflictos políticos o medioambientales.
En los últimos años, se han multiplicado los episodios similares en distintas partes del mundo: activistas que se pegan a los marcos de cuadros, arrojan líquidos sobre obras maestras o interrumpen exposiciones con consignas de protesta. Aunque en la mayoría de los casos las piezas no resultan dañadas, los museos se enfrentan a crecientes costes de seguridad y restauración, además de la constante amenaza de que un error o un exceso puedan causar pérdidas irreparables.
En este contexto, la respuesta del Prado y del MNAC busca reforzar una solidaridad institucional que trasciende fronteras. “No se trata de un museo u otro, sino de la defensa de un patrimonio que pertenece a la humanidad entera”, afirma el comunicado. Ambos museos han anunciado además su intención de promover un encuentro internacional en 2026 para debatir sobre nuevas políticas de seguridad, sostenibilidad y diálogo social en el entorno museístico.
La preocupación no es solo por el daño material, sino también por el impacto simbólico de estas acciones. Para muchos directores y curadores, la transformación de los museos en escenarios de protesta podría alejar al público o trivializar su misión educativa. Sin embargo, algunos expertos sostienen que estas manifestaciones también evidencian la relevancia que el arte aún tiene en la sociedad contemporánea. “Nadie atacaría un museo si no fuera consciente de su poder simbólico”, señaló la historiadora francesa Claire Delmont en una entrevista con Le Monde.
El Louvre, por su parte, ha agradecido el respaldo internacional y ha reiterado su compromiso con la sostenibilidad y la educación ambiental, recordando que desde hace años impulsa programas para reducir su huella de carbono y sensibilizar a los visitantes. “Entendemos la urgencia del mensaje, pero no podemos aceptar que se ponga en riesgo el arte que custodiamos”, declaró su directora, Laurence des Cars.
Con este episodio, la comunidad museística global se enfrenta a un nuevo desafío: cómo proteger el arte sin cerrar el diálogo con la sociedad. En medio de un clima social convulso, la declaración del Prado y el MNAC se alza como una llamada a la unión entre instituciones culturales, recordando que la defensa del arte es, en última instancia, la defensa de nuestra historia común.

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